Si hay alguien que se conoce “como la palma de la mano” la cordillera de los Pirineos es el escritor y naturalista aragonés Eduardo Viñuales. Podría decirse que es imposible visitar una casa rural u hotel en ese extenso territorio donde no haya uno de los libros que ha dedicado a lo largo de 20 fructíferos años a esas montañas, de las cumbres a los valles. La última de sus obras, “101 lugares de Aragón” (Anaya Touring), está entre los libros más vendidos en esta comunidad y ya anuncia para septiembre otra obra, “Guía de turismo sostenible del Pirineo Central” (Sua Ediciones), donde dedica un capítulo al Festival Vagamundos. Este año, el 9 de agosto, tenemos la suerte de contar con él ofreciendo la charla-taller “Un viaje naturalista por los Pirineos”, de 10 a 14 horas, para la que ya se pueden conseguir entradas.
¿De dónde viene tu pasión por los Pirineos y su naturaleza?
Comencé siendo niño a ver pájaros. Un día, un amigo cogió una guía de aves y me fue diciendo qué era cada una con solo ver la imagen. Aquello me atrapó, así que nos íbamos a los parques de Zaragoza con los prismáticos. Nos dijeron en casa que si aprobábamos nos llevaban a Jaca y así fue. Luego contactamos con la Asociación Naturalista de Aragón (ANSAR) y a los 14 años fundé la Sociedad Naturalista Medofosa, de la que hice socios a la familia, los vecinos, amigos… Íbamos a poner casas-nido al Moncayo y cosas así. A los 18 años escribí en la revista ‘Quercus’ un artículo y luego me llamaron porque necesitaban una guía de Aragón, así que les hice 11 folios. Les gustó y aquello acabó en un primer libro, una eco-guía de Anaya.
Desde entonces no has parado de publicar.
Si, no se cuántos libros son los que he hecho. Algunos son colaboraciones con otras personas, como Roberto del Val. Pero aún quedan cosas por contar, solo hay que indagar porque la naturaleza es inagotable. Lo que si procuro es que sean libros llenos de historias de actualidad. No me quedo al margen. Si se habla de la sierra de Albarracín hay que hacerlo de los eólicos que la amenazan. Los naturalistas defendemos lo que apreciamos.
¿Qué te preocupa más ahora de las amenazas sobre esos Pirineos que tan bien conoces?
Me preocupa mucho la situación de Canal Roya y que no se proteja como parque natural. Aún hay zonas sin demasiado turismo, pero luego hay otras como algunos barrancos del Pirineo que ahora quieren promover. En Ordesa han ampliado un hotel-refugio bajo el Monte Perido y ahora prohíben ‘vivaquear’ en el valle. Es un escenario de turismo masivo que no me gusta. Yo también practico el turismo, pero renuncio a determinados lugares que no pueden recibir tanta presión. Cuando hay mucha gente hay cuestiones como las aguas residuales cuya gestión es una asignatura pendiente en Pirineos, incluso en zonas que son cabeceras de los ríos más salvajes. Afortunadamente, en la cordillera no se están instalando macroproyectos de energías renovables, aunque se están tomando decisiones muy erróneas en otros lugares, como llenar el Maestrazgo de eólicos en zonas Natura 2000, como ha autorizado el Ministerio de Transición Ecológica.
¿Por qué recomiendas, como haces en tu próximo libro, venir a Vagamundos Festival?
Es importante que exista gente como quienes lo organizan que van a emprender a zonas de la España vacía con más cultura, con la naturaleza. Está muy en mi línea y la cartelera es estupenda. Además, el hecho de que las actividades, en general, sean en torno a un molino restaurado, que se autoabastece en su energía sin contaminar, es un esfuerzo que hay que poner en valor.
¿Qué nos tienes preparado?
Mi idea es ofrecer una charla-taller sobre los viajes y los Pirineos sin fronteras como hilo conductor. Destacar algunas de las maravillas de esa cordillera a cuyos pies estaremos en la Ribagorza. Y también haremos por los alrededores una ruta naturalista que nos permitirá entrar en contacto con los árboles, las plantas, la fauna de lugar. Festivales como este de cine de Vagamundos ayudan a sembrar semillas.
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